Pero la realidad, ¿de qué está hecha? De circunstancias, a través de las cuales se nos despierta, y que son el modo concreto para que no decaigamos, para que no sucumbamos a la nada, y nos sintamos preferidos.







miércoles, 2 de septiembre de 2015

CEMENTERIOS DE OMISIÓN



Hace unas semanas visité el Memorial del campo de concentración de Sachsenhausen, cerca de Berlín. El choque de realismo te agita desde los pies, cuando te haces consciente de que "memorial" es tan solo el eufemismo de estar caminando sobre un cementerio de más de 30000 asesinados.

Sin embargo, el horror no se detiene en esta sacudida. La etiqueta del gas "Zucklon B" no era la peor pesadilla. Cuando crees que has asimilado estar en un lugar de exterminio, descubres que estás en un lugar de ablación. El campo de concentración castraba los cerebros libres. El terror sucedía antes de la muerte, cuando ésta llegaba estando vivo, al fusilar la esperanza, extirpar la identidad y asfixiar, hasta expirar, lo humano del individuo, como si de un proceso industrial para la deshumanización del hombre se tratara.

Sin embargo, esta masacre, no se contenía sólo dentro del campo. Como si de un gas letal se tratara, se extendía, rápido por las cerraduras de las puertas de cada hogar. Los síntomas: picos cerrados, oídos tapiados y ojos sellados. Era mejor no mirar, no oír, no decir. Quien algo veía, nada decía. Quien algo escuchaba, no se cuestionaba. A quien preguntaba, no se le respondía. Así, como en un proceso de alienación voluntaria y en masa, los hombres elegían la sumisión por omisión. La sumisión de estrangular su libertad con sus propias manos, las mismas que por omisión se lavaban con el silencio y la mirada apartada ante el crimen en los campos. Pero esta supervivencia tenía un coste más alto que el de las vidas que se perdían cada día en los campos por su indolencia. El precio: su libertad, la misma deshumanización, una supervivencia como animales que creyendo poder esconderse y no mirar la realidad, podrían falsearla, negarla.

Pero no perdamos un segundo más echando la vista atrás. Hoy, ahora, en este instante tú y yo, podríamos estar, en la mejor de las situaciones, bajo el techo a dos aguas de poliamida de nuestra tienda en una campo de refugiados tras una huída 'exitosa' dejando atrás toda nuestra vida. La realidad es que tú y yo no estamos allí, pero alguien que se parece a ti y a mi, sí. La realidad es que aunque no te duela, sucede, igual que tampoco creías que un hueso roto doliese tanto hasta que caíste mal cogiendo ese rebote. La realidad es que aunque te parezca irreal, sucede, igual que tampoco creías que el corazón pudiese apretar tanto hasta que viste morir a un amigo. La realidad es que aunque no te genere empatía, sucede, al igual que tampoco creías que eso del cáncer también le pudiera tocar a tu padre.

La realidad es que cientos de miles de amigos, novios, primos, hermanos, abuelos, tíos, hijos y padres se extenúan en una carrera por sobrevivir: dejar morir sus vidas para seguir vivos. Y es real, aunque el tejido adiposo de tu culo aún no lo note desde el sofá. Porque ojalá nunca tengamos que borrar los adjetivos de este poema de un superviviente al holocausto y ocupar los huecos con nuestras circunstancias.

«Cuando los nazis vinieron a buscar a los comunistas, no dije nada
Yo no era comunista.
Cuando vinieron a buscar a los social-demócratas, no dije nada
Yo no era social-demócrata.
Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas, no dije nada
Yo no era sindicalista.
Cuando vinieron a buscar a los judíos, no dije nada
Yo no era judío.
Luego, ellos vinieron a buscarme
Y no quedaba nadie para protestar»

Más de medio siglo después sigue siendo más cómodo permanecer con nuestros picos cerrados, con nuestros oídos tapiados y nuestros ojos sellados. 'Protegidos' como niños bajo la ropa de cama, deseando que las pesadillas que nos agitan no estén fuera. Pero amigos, esto no es una pesadilla, es real. Y tenemos miedo, porque mirar esta realidad, puede afectarnos. Porque que si tan solo por un momento levantásemos nuestra sábana de indiferencia para asomar la punta de la nariz, sería imposible pasar de largo. ¿Ser impasible es una opción?


Y es que amigo, por más que huyamos, nuestra realidad está hecha para provocarnos, y nuestro corazón para afectarse por ella. Podemos escondernos de todas las circunstancias, pero una vez que que se cruzan con nosotros y despiertan nuestra humanidad, ya es imparable. Y por eso tenemos tanto miedo. Por eso callamos, censuramos y nos escondemos. Porque si esto sucede, si una realidad nos afecta, podría darnos por conocer más y preguntar, pero esto podría involucrarnos. Y llegados aquí, podría despertarse la urgencia de compartir esta denuncia, pero esto acabaría señalándonos, identificándonos como uno más de ellos, como uno más de nosotros. Sí, ¡nosotros!, porque lo único que diferencia a Aylan y a mi prima Blanca, es que Aylan no supo que la playa era para jugar.

Probablemente me leáis atrincherados desde una de nuestras camas con la colcha de indolencia bien arremetida para protegernos, sin darnos cuenta de que hemos vestido de pijama de rayas nuestra humanidad, condenándola al exterminio. Es urgente tu opción: el proceso de deshumanización "industrial" es reversible si aún no te has acostumbrado a ver esta imagen, ¿pasas de mirar o te atreves a dejarte afectar?

Mientras eliges, nos seguiremos bañando en nuestras playas de sal y humanidad, la que dejaron disuelta todos aquellos que eligieron ser libres, que eligieron no conformarse con sobrevivir, que eligieron seguir siendo humanos. Pero a los que al final no dejamos elegir, y a los que por no mojarnos nosotros, elegimos acabar enterrando en nuestras aguas: cementerios de omisión.

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