Pero la realidad, ¿de qué está hecha? De circunstancias, a través de las cuales se nos despierta, y que son el modo concreto para que no decaigamos, para que no sucumbamos a la nada, y nos sintamos preferidos.







miércoles, 23 de diciembre de 2015

24 de Diciembre ¿FUN FUN FUN?



Hoy el mundo, comienza un éxodo de su trabajo, sus obligaciones, sus hogares rutinarios, para equiparse con la ilusión y ponerse en camino a celebrar, aunque sea de un modo inconsciente, la Nochebuena.

Nuestro corazón exige su derecho a decir FUN FUN FUN ¡basta! a tantas cosas que no funcionan; nuestro corazón es justo cuando a pesar de todo lo que nos pesa cada día, vuelve a ser tan osado de soñar una vez más.

Vale la pena escuchar a ese corazón que en su grito reclama continuamente el milagro de una novedad que no caduque. No nos conformemos con la resaca de unas fiestas que parezcan dar una amnistía provisional a nuestras tristezas. 

¿Pero es esto posible? ¿Existe algo capaz de corresponder al deseo de mi corazón? Reconocer a Alguien, que como nadie y para siempre, se tomó en serio nuestro grito, y abrazó el deseo del corazón humano, de mi corazón, es la verdadera posibilidad de estrenar esperanzas y brindar felicidades.

La navidad es siempre recordar a Uno que ya ha venido. Es la sorpresa de encontrarnos, hoy, acompañándonos, a Quien nunca se ha marchado. Es la esperanza de Aquel que seguirá volviendo, incesantemente. Despiértate, levántate, no mires más al suelo, alza la cabeza. Es posible una novedad, que no está en el relleno del pavo ni en la espuma del champán, ni en un pacto de días festivos en el calendario, sino en algo que ha sucedido, en alguien que ya está entre nosotros, Jesucristo. 

«El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande; habitaban tierras de sombras y una luz les brilló» 
(Is 9,1) 

miércoles, 2 de septiembre de 2015

CEMENTERIOS DE OMISIÓN



Hace unas semanas visité el Memorial del campo de concentración de Sachsenhausen, cerca de Berlín. El choque de realismo te agita desde los pies, cuando te haces consciente de que "memorial" es tan solo el eufemismo de estar caminando sobre un cementerio de más de 30000 asesinados.

Sin embargo, el horror no se detiene en esta sacudida. La etiqueta del gas "Zucklon B" no era la peor pesadilla. Cuando crees que has asimilado estar en un lugar de exterminio, descubres que estás en un lugar de ablación. El campo de concentración castraba los cerebros libres. El terror sucedía antes de la muerte, cuando ésta llegaba estando vivo, al fusilar la esperanza, extirpar la identidad y asfixiar, hasta expirar, lo humano del individuo, como si de un proceso industrial para la deshumanización del hombre se tratara.

Sin embargo, esta masacre, no se contenía sólo dentro del campo. Como si de un gas letal se tratara, se extendía, rápido por las cerraduras de las puertas de cada hogar. Los síntomas: picos cerrados, oídos tapiados y ojos sellados. Era mejor no mirar, no oír, no decir. Quien algo veía, nada decía. Quien algo escuchaba, no se cuestionaba. A quien preguntaba, no se le respondía. Así, como en un proceso de alienación voluntaria y en masa, los hombres elegían la sumisión por omisión. La sumisión de estrangular su libertad con sus propias manos, las mismas que por omisión se lavaban con el silencio y la mirada apartada ante el crimen en los campos. Pero esta supervivencia tenía un coste más alto que el de las vidas que se perdían cada día en los campos por su indolencia. El precio: su libertad, la misma deshumanización, una supervivencia como animales que creyendo poder esconderse y no mirar la realidad, podrían falsearla, negarla.

Pero no perdamos un segundo más echando la vista atrás. Hoy, ahora, en este instante tú y yo, podríamos estar, en la mejor de las situaciones, bajo el techo a dos aguas de poliamida de nuestra tienda en una campo de refugiados tras una huída 'exitosa' dejando atrás toda nuestra vida. La realidad es que tú y yo no estamos allí, pero alguien que se parece a ti y a mi, sí. La realidad es que aunque no te duela, sucede, igual que tampoco creías que un hueso roto doliese tanto hasta que caíste mal cogiendo ese rebote. La realidad es que aunque te parezca irreal, sucede, igual que tampoco creías que el corazón pudiese apretar tanto hasta que viste morir a un amigo. La realidad es que aunque no te genere empatía, sucede, al igual que tampoco creías que eso del cáncer también le pudiera tocar a tu padre.

La realidad es que cientos de miles de amigos, novios, primos, hermanos, abuelos, tíos, hijos y padres se extenúan en una carrera por sobrevivir: dejar morir sus vidas para seguir vivos. Y es real, aunque el tejido adiposo de tu culo aún no lo note desde el sofá. Porque ojalá nunca tengamos que borrar los adjetivos de este poema de un superviviente al holocausto y ocupar los huecos con nuestras circunstancias.

«Cuando los nazis vinieron a buscar a los comunistas, no dije nada
Yo no era comunista.
Cuando vinieron a buscar a los social-demócratas, no dije nada
Yo no era social-demócrata.
Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas, no dije nada
Yo no era sindicalista.
Cuando vinieron a buscar a los judíos, no dije nada
Yo no era judío.
Luego, ellos vinieron a buscarme
Y no quedaba nadie para protestar»

Más de medio siglo después sigue siendo más cómodo permanecer con nuestros picos cerrados, con nuestros oídos tapiados y nuestros ojos sellados. 'Protegidos' como niños bajo la ropa de cama, deseando que las pesadillas que nos agitan no estén fuera. Pero amigos, esto no es una pesadilla, es real. Y tenemos miedo, porque mirar esta realidad, puede afectarnos. Porque que si tan solo por un momento levantásemos nuestra sábana de indiferencia para asomar la punta de la nariz, sería imposible pasar de largo. ¿Ser impasible es una opción?


Y es que amigo, por más que huyamos, nuestra realidad está hecha para provocarnos, y nuestro corazón para afectarse por ella. Podemos escondernos de todas las circunstancias, pero una vez que que se cruzan con nosotros y despiertan nuestra humanidad, ya es imparable. Y por eso tenemos tanto miedo. Por eso callamos, censuramos y nos escondemos. Porque si esto sucede, si una realidad nos afecta, podría darnos por conocer más y preguntar, pero esto podría involucrarnos. Y llegados aquí, podría despertarse la urgencia de compartir esta denuncia, pero esto acabaría señalándonos, identificándonos como uno más de ellos, como uno más de nosotros. Sí, ¡nosotros!, porque lo único que diferencia a Aylan y a mi prima Blanca, es que Aylan no supo que la playa era para jugar.

Probablemente me leáis atrincherados desde una de nuestras camas con la colcha de indolencia bien arremetida para protegernos, sin darnos cuenta de que hemos vestido de pijama de rayas nuestra humanidad, condenándola al exterminio. Es urgente tu opción: el proceso de deshumanización "industrial" es reversible si aún no te has acostumbrado a ver esta imagen, ¿pasas de mirar o te atreves a dejarte afectar?

Mientras eliges, nos seguiremos bañando en nuestras playas de sal y humanidad, la que dejaron disuelta todos aquellos que eligieron ser libres, que eligieron no conformarse con sobrevivir, que eligieron seguir siendo humanos. Pero a los que al final no dejamos elegir, y a los que por no mojarnos nosotros, elegimos acabar enterrando en nuestras aguas: cementerios de omisión.

martes, 11 de agosto de 2015

COMO NIÑOS




¿Qué es un niño?

El niño es aquel que se asombra con todo, porque se niega a acostumbrarse a su realidad. Para el niño, todo suceso le viene como regalo, porque todo le resulta novedad. No es indiferente,  porque sabe descubrir la belleza de los pequeños detalles que marcan la diferencia y engrandecen lo cotidiano. No se frustra ante lo que no sucede o no llega, porque sabe disfrutar con todo lo que sí. No se entristece en la falta de todos los 'qué' que le faltan, porque vive la intensidad de los infinitos 'cómo' que se esconden en lo que se le presenta. El niño puede soñar, porque no está encerrado en cajones de ideas prefabricadas. No tiene miedo de gritar sus miedos, porque no quiere hacer cola para vivir. El niño corre, porque las caídas en la vida se cuentan con menos dedos que las manos que se te tenderán para levantarte en el momento justo. No le importa llorar, porque no le sirve guardar la tristeza ocupando sitio dentro para cuando toque reír de verdad después. El niño se la juega y salta a la vida, porque el miedo es menos infinito que las ganas de vivir.

El niño es ese tipo único que no se pierde nada de su vida, porque quiere vivirlo todo, pero ¿cómo lo hace?

El secreto del niño está en el modo de mirar la realidad. El niño no tiene soberbia en la mirada, no mira con prejuicios, no mira con desesperación, no mira con críticas preformuladas, no mira con escepticismo. El niño no acecha a su realidad con el mallete levantado amenazante. La mirada del niño es aquella que aún no ha sido apuñalada por el nihilismo. El niño abre los ojos despacio, y vive cada instante de vida como quien retira el papel de regalo el día de reyes, y aún antes de descubrir lo que esconde, ya disfruta con el brillo del celofán. 

La Alegría del niño se esconde en la sencillez de su mirada: ¡vivir con los ojos como platos! 

Todo resulta un don para la mirada que acoge; y no se trata de una ceguera frente a la realidad que va contra ti, sino de abrir los ojos a que todo lo que sucede, es para ti. Y este 'aquí y ahora', resulta un regalo que no cambiarías por cualquier otra cosa que pudieras haber esperado para este aquí y ahora.

Entonces puedes ser verdaderamente libre. Entonces amas verdaderamente toda tu realidad. Entonces eres, sencillamente, feliz. Y por menos de este momento, que ahora sabes que es el mejor que te podía haber pasado, no quieres nada. 
Solo si estamos dispuestos a ser como niños, estaremos preparados para vivir cada segundo de vida que se nos regale de ahora en adelante, de adelante en ahora. 



“Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y a los inteligentes y las has revelado a los pequeños” (Mt 11,25)

miércoles, 29 de julio de 2015

HAY QUE LLAMAR A LAS COSAS POR SU NOMBRE











"El asesino de Cecil cierra su clinica por avalancha de críticas"
"El dentista que asesinó a Cecil: dientes blancos, corazón negro"
"El cazador del león Cecil se convierte en el villano de Internet"

Prensa, televisión, y radio hacen eco masivo de la noticia de un dentista norteamericano acusado de cazar cruelmente a Cecil en África. 

Mientras tanto, más de 150 millones de cristianos son perseguidos anualmente en el mundo. En concreto, en Oriente Medio la cifra de cristianos cazados por el ISIS y asesinados por decapitaciones, lapidaciones y disparos crece hacia los 3000. La ONU además estima que en torno a 1,2 millones de personas han sido desplazas por la violencia en Irak en lo que llevamos de año. 

Necesitamos tener algo de lo que hablar siempre. Porque nos da miedo el silencio. Y al final hablamos de cualquier cosa. Siempre hay una noticia. Aunque no lo sea. Pero no podemos hacer noticia de esta masacre, no podemos defender estas vidas, no podríamos mirar a los ojos a un niño sirio y llamarlo por su nombre.

El mundo entero conoce a Cecil y ruge por él. Mientras tanto, ISIS sigue sumando muertos, cuyo único enterramiento es el anonimato y el silencio.

Pero y ellos, ¿quiénes son?

Personas con nombre, con historias y con familias.

Personas con deseos, con sueños, con sufrimientos y con esperanzas.

Personas con un gusto por vivir, con un aroma y sabor preferido.

Personas, cristianos. 

Personas, también musulmanes.

Personas con un lugar especial en el que mirar las estrellas, y con una persona especial con quien mirarlas.

Personas con una canción que arrancaba su mejor paso de baile y con otra que los transportaba a aquel recuerdo de su adolescencia. 

Personas sin punto de mira.

Personas enterradas bajo campos de grillos.

Personas cuyos gritos no consiguen hacerse eco. 

Porque gritan, pero no rugen. 

Personas radicales. Porque ser radical no es el gesto externo de exterminar toda raíz distinta a la tuya, sino un gesto interno de ahondar en cada uno, y enfrentarte una pregunta ¿Quién soy y para qué estoy hecho?. Esta aventura de conocernos a nosotros mismos con frecuencia nos lleva a descubrir ideales tan amplios que deseamos gritarlos, pero nunca rugirlos, porque cuando hemos encontrado algo verdaderamente bueno y bello en la vida, somos tan libres que deseamos compartirlo, pero no necesitamos imponerlo.

Y por esto no son noticia. Porque ni sabemos ni podemos empatizar con ellos, porque nosotros no somos radicales. Porque tenemos vértigo a profundizar en nuestras raíces y respondernos preguntas, o si lo necesitamos, preguntar y pedir ayuda. Porque nos da miedo el silencio y descubrir quiénes somos. O quiénes no somos. 

Y no sabemos para qué estamos hechos, ni por qué abrimos los ojos cada mañana. De hecho, nos da igual. 

Entonces, como nos damos igual, no podríamos mirar a un niño sirio y llamarlo por su nombre, porque tampoco sabemos realmente lo que alguien está diciendo cuando nos mira y nos llama por nuestro nombre. No podemos mirarlo a los ojos y darle esperanza, porque no la tenemos. No podemos gritar por él, ni por ninguno de ellos, porque no hemos entendido nada. Ni de la vida, ni de nosotros mismos. 

Porque nos da miedo poner nombre a las cosas, aterrizar, profundizar; nos da miedo ser radicales y gritar. 

Y porque solo nos han enseñado a rugir.

Pero justamente la paz nace cuando mordemos el rugido del orgullo.

Y el amor crece cuando ahogamos los rugidos en un abrazo de perdón.

Y la verdad asoma cuando cerramos las fauces y abrimos los oídos, atronados de nuestros propios rugidos.

Hace 2015 años, Cristo eligió no rugir. Pero nunca ha dejado de gritar. 

Porque algunos siguen gritando con Él y como Él. Porque no tienen miedo de nombrarLe.

martes, 14 de julio de 2015

¿PODEMOS ESPERAR ALGO DE LA VIDA?



En la vida está bien que se cumpla todo lo que es razonable, lo que es esperable, porque nos hace sentir protegidos. Pero a veces, querer explicarlo todo, es también cerrarnos a todo. Porque todo lo que sucede fuera de lo que para nosotros sería explicablemente justo que nos pasase, resulta inadmisible, imposible de ser afrontado y vivido, más allá de ser soportado.

¿Podemos esperar algo de la vida, o estamos condenados a cansarnos de esperar?

Nuestro error es que vivimos la vida comprobando. Evaluando cada vez que algo sucede, si está a la altura de lo que esperábamos o si por el contrario, me sumerge en un drama. ¿Y si en lugar de de comprobar, intentásemos probar todo lo que se nos presenta, darle una oportunidad a cualquier circunstancia, sin prejuicios, y descubrir si quizá puede ser de verdad para mi, si puede despertarme imprevistamente más a la vida? La vida sería más amable.

Y es que cuando intentamos explicar ciertas realidades de la vida, como el amor, nos las cargamos. Lo mismo sucede con Dios. Porque ambos, siempre pueden resultar razonablemente injustos bajo nuestros criterios.

Decíamos que está bien que se cumpla lo que es razonable, que nos hace sentir protegidos. Pero Cristo ha venido a romper con nuestra dependencia hacia todo lo razonablemente esperable, de modo que mi corazón no se sienta claustrofóbico nunca más. 

Cristo ha venido a impedir que aplastemos nuestra humanidad y hacerla crecer. A ofrecernos una mirada viva, con afecto hacia la vida, de modo que ante cada suceso, cada persona, cada encuentro que puede que no fuese lo que esperábamos, podamos descubrir que es mucho más de lo que creíamos necesitar.

Entonces nada de tu vida es, ni ha sido, un accidente. Nada de tu historia se encuentra fuera de un misterio, pero un misterio sostenido. Y todo es igual, y tú eres el mismo, pero mejor. Porque tienes una razón mejor que se hace presente en todo. Y es Cristo.

Y ahora, ¿hay algo que no puedas esperar de la vida?


jueves, 9 de julio de 2015

LA LIBERTAD DE OBEDECER



Con frecuencia nos enfrentamos en la vida a la palabra obediencia. Y con frecuencia en la vida asociamos negativamente esta palabra a un matiz de esclavitud. Y sin embargo, la mayor libertad de la vida se alcanza obedeciendo. ¿Qué es obedecer entonces?.

La obediencia no se trata de 'haz esto'. La obediencia nunca puede nacer de un dedo externo imperativo. Un estímulo de fuera la pone en juego, pero nace del corazón, de aquello que nos enciende, que en nuestro silencio nos sigue despertando, aquello que, en definitiva, nos permite decir, 'estoy hecho (o no) para esto'.

El corazón no se nos ha dado como obstáculo en la vida. Como algo que nos condena siempre a perdernos, a naufragar por los vaivenes que provoca, siempre en lucha con la razón. Al contrario. El corazón se nos ha dado como herramienta infalible que, puesta en tensión con la realidad, nos permita saber, de un modo razonable, quién soy y para qué estoy hecho en cada instante. Y la realidad con todas sus consecuencias y con todos sus matices. No podríamos, por ejemplo, abandonar un sentimiento como la tristeza a ser una triste casualidad ajena a nosotros, a la que no mirar de frente. El corazón está hecho para vivir y experimentar también la tristeza, con tal hondura, como para reconocer por qué estoy triste y esta tristeza a qué me lanza en mi vida, qué me dice, a qué lugar apunta, qué puerta abre, de qué esperanza se acompaña.

Obedecer, cuando se trata de alguien, es seguir a otro al que reconocemos más grande que nosotros, que vive mejor que nosotros ese 'algo' que nos apasiona en la vida, y que al seguirlo, consigue que nosotros acabemos siguiéndonos a nosotros mismos, llegando a ser más y mejor nuestro propio 'yo', cada uno. El resto, es polvo. Algo que no nazca de aquí permanecerá tanto como el dedo tirano tarde en esconderse de ti para dirigir a otro, mientras tú te vas a ser quien eras antes de quitarte el sombrero. Quien inspira obediencia debe ser alguien capaz de retar tu propia libertad, hasta el punto, de enfrentarte tú mismo a tu realidad y a lo que ella provoca de un modo decisivo en tu vida, con todas las consecuencias.

Pero volvemos al principio, con frecuencia, algunos nos confunden. Porque mandando, prohibiendo, cohartando, consiguen que no descubramos quienes somos, porque realmente, no nos quieren tal y como somos, porque tienen miedo del potencial de alguien libre frente a la vida, tienen miedo de una libertad más grande que la suya, tienen miedo de su libertad, tienen miedo de una pregunta ¿y tú quién eres, y para qué estás hecho en la vida?


"La novedad sustancial que trajo Jesús es que él abrió el camino hacia un mundo más humano y más libre. Él confía en nosotros y desea que realicemos todos nuestros sueños más nobles y elevados de auténtica felicidad, siempre haciéndonos participar de su ser “para todos”, haciendo que éste sea nuestro modo de ser." 
(Benedicto XVI, extractos del 8 de Octubre, 11 de Septiembre, 30 de Noviembre de 2005)

jueves, 11 de junio de 2015

CON LA IGLESIA HABÉIS TOPADO




Así amanecían las fachadas de San Cecilio, parroquia situada en el barrio del Realejo de Granada. No podemos pasar de largo un hecho así sin hacer un juicio de lo que esta realidad nos grita.

En primer lugar, el hombre necesita una mirada de reconocimiento, de sentirse importante, mirado, y este hecho en la parroquia de San cecilio es el grito más sincero, más natural, más humano, de un individuo que, como el niño que llora para que lo miren sus padres, necesita hacer saber que ahí está, que es valioso, que existe, que sus problemas y sus preocupaciones son importantes, que tienen que ver con él, con lo que pasa en su corazón, que hay cosas que le duelen y no entiende. Estas pintadas son el signo más evidente de que el corazón del hombre existe.

En segundo lugar, en esta condición de necesidad que el hombre vive de ser mirado, hay una raíz más profunda, la de ser querido. No hay aspiración más profunda, más verdadera y humana que la de ser querido y mirado, de ser abrazado. Frecuentemente el hombre vive como un mendigo de amor: un mendigo de puntos académicos, de puestos en la administración, de votos en la política, de besos en una noche, de 'me gusta' en las redes sociales, de decibelios en las manifestaciones, de miradas en la calle... Y esta necesidad de un abrazo que acoja se hace más grande cuando cargamos con un sufrimiento en nuestros brazos. Cuando nos urgen otros brazos en los que reposar nuestro dolor. ¿Por qué estas pintadas no están en la sede de ningún partido político? ¿Por qué no están en la fachada de un órgano de gobierno? ¿Por qué no están en la puerta de una mezquita? Porque estas pintadas, inconscientemente, están en el mejor lugar donde podrían estar. Estas pintadas son el signo más evidente, también, de que ese corazón que existe, en cualquier hombre, además está bien hecho.

¡¿Pero como va a estar bien hecho un acto atroz así?!, se echarán muchos las manos a la cabeza. El corazón del hombre está bien hecho, porque quizá sin saberlo, ha elegido que estas pintadas estén en el único lugar en que no iban a encontrar una respuesta de rencor, de devolver, de 'me las pagarás', de 'ojo por ojo'. "Os beberéis la sangre de nuestros abortos", estas pintadas están en el único lugar donde no se les devolvería esa sangre, sino que se abrazaría, sin preocuparse de si puedes mancharte o no en el abrazo. Un abrazo de perdón, sin medida, sin pudor, sin cálculo. El mismo abrazo, que un día recibimos cada uno de nosotros, y del que hacemos experiencia, a pesar y a través de nuestras pequeñeces y nuestras debilidades, cada día.

Con la Iglesia habéis topado, y mejor lugar no habríais encontrado. Bienvenidos, estáis en casa.



"La Iglesia se parece a un hospital de campaña: tanta gente herida, tanta gente herida… que nos piden aquello que pedían a Jesús: cercanía, proximidad." 
Papa Francisco (19 de Septiembre de 2014)


domingo, 24 de mayo de 2015

SED



Todos los hombres tenemos sed, seamos o no conscientes de ella.

Tenemos sed de justicia. 
Tenemos sed de libertad.
Tenemos sed de cosas bien hechas.
Tenemos sed de cosas que nos mantengan despiertos.
Tenemos sed de cosas bellas.
Tenemos sed de compañía.
Tenemos sed de sorpresas.
Tenemos sed de poder confiar, al desnudo.
Tenemos sed de verdad, de claridad.
Tenemos sed de alegría en la vida.
Tenemos sed de 'para siempre', de eternidad.
Tenemos sed de levantarnos; de segundas, terceras, e infinitas oportunidades.
Tenemos sed de horizontes verticales.
Tenemos sed de voz en el ruido.
Tenemos sed de escucha atenta.
Tenemos sed de abrazos empáticos.
Tenemos sed de miradas cómplices.
Tenemos sed de participación, de protagonismo, de predilección.
Tenemos sed de sentido.
Tenemos sed de estar sostenidos en nuestro vértigo.
Tenemos sed de amor, sed de ser bien queridos, sed de querer bien.

La sed, es esa relación, cómplice, e innata, entre el hombre y algo o alguien capaz de corresponder verdaderamente esta sed.

Tenemos sed de Dios.

lunes, 18 de mayo de 2015

HUIR. VOLVER



A veces creemos necesitar correr. Huir. 
Pero somos humanos. Somos, inevitablemente, carne y afecto. 
Y nos volvemos, por necesidad, ingenieros de distancias artificiales. 
Salvamos la irrefrenable corriente de nuestra humanidad desde la altura. Porque nos hace sentir seguros, porque nos ayuda a evitar.
El problema es que las copas de los árboles cada vez están más altas. 
Porque el silencio crece alto, las murmuraciones ramifican, y las miradas esquivas brotan, perennes.
Y sucede que, a veces, ya no podemos bajar, ya no podemos volver. 
Porque nuestras distancias artificiales se nos han ido de las manos. Y han crecido demasiado. Y nosotros nos hemos vuelto demasiado inhumanos.
Quizá podamos saltar. Y quizá nos hagamos daño. O quizá se rompa nuestro forjado de inhumanidad. 
Y volvamos a ser libres, y humanos. Hasta que volvamos a trepar.

miércoles, 18 de marzo de 2015

EL CALOR DE LA NIEVE



Comienza el espectáculo. Sin la luz de tu mirada posada sobre él, el cielo elige posarse sobre ti, y el sonido vibra, antes de en el oído, en la piel de tu nuca despistada, acariciándola, erizándola, poniendo firme a todo el escuadrón epitelial en un redoble que solo tú sientes, que avanza como una ola, y que termina despertando al tímpano, sin decibelios. Y a pesar de la alarma de este insonoro sonido, nos distraemos arañando concienzudamente el aire, mendigando a palma tendida algo que ni siquiera sabemos que esperamos, pero queremos fingir que conocemos.

Nieve.

Ensimismado la miras, en la mano, como un soplido de arena color cristal. Como tierra lavada. Como un polo 10 minutos después de comprarlo. Como un algodón de aristas. Como las cenizas de una época. Como el maquillaje de seres pasados. Como las lágrimas de las hojas en invierno. ¿Pero dónde está mi polígono perfecto, mi copo de nieve ideado, soñado, prometido?

Pretensiones.

Estamos, naturalmente dirigidos. El hombre, arrojado a la marea de la vida, necesita aferrarse a un madero que le salve de un ataque de náuseas en el oleaje del cotidiano. Y en medio del tambaleo, no puede más que zarandearse a izquierda y derecha de una línea invisible, pero ya trazada, y atada, a aquella barandilla de madera que, seguro (esperamos), asoma para agarrarse detrás de esa esquina de nuestra vida.

Asombro.

Lo inesperado nos genera inestabilidad. Acotamos la mirada de los caballos para que solo vean lo que queremos que vean. Para evitar el imprevisto, que los desconcierte. Nos sentimos con el poder de controlar lo que va a suceder, y sin embargo nos sorprendemos en terrores nocturnos a plena luz del día, atados de pies y manos a un acontecimiento que desvíe la trayectoria de lo esperado. Hemos censurado la capacidad de asombro, porque es más sencillo mirar el horizonte desde un agujero de nuestra caja de cartón, esperando justo ese punto que vemos desde nuestro refugio. Felicidad entre barrotes, los barrotes de lo que esperamos, con un 'aquí' y  un 'así', como suelo y tejado. Y aceptamos esta cárcel, porque en el fondo, aquí no vamos a sentir el oleaje, y no tenemos que buscar bolsas de papel, para la posibles náuseas.

Imprevisto.

Apuntamos con el rifle al acontecimiento que se acerca desde nuestra privilegiada posición, el copo de nieve se acerca, orientamos todo nuestro poder al sentido, y cargamos todas las balas en la mirada. Te has quedado sin balas, y sin tu copo poligonal, ideado, soñado, prometido. Y mientras, la ventisca ha aprovechado el desarme del resto de tus sentidos, para asaltarte en la Troya de tu nuca, mientras el tacto dormía plácidamente, sin hueco para mirar por el agujero de la caja de cartón.

Calor.

Y te has perdido el espectáculo. El de la nieve luchando con el tacto, el tacto abrazando a la nieve. Te doy todo mi frío, ¿quién eres que me abrazas?. Soy calor, porque estoy vivo. Y la nieve desaparece, sentenciada al saber que no está viva. Y tú permaneces, resucitado, por el frío, que ha venido hoy a recordarte que estás vivo, para dar calor. ¿Dónde está el próximo abrazo? Ya, prueba. Ya no hay caja de cartón, has abierto tus brazos, y el horizonte se ha roto con ellos. Ya no hay círculo, la dimensión se expande a esfera y todo lo que gira en torno a ti esconde la posibilidad de ser aquello donde esperar y aferrarte. Y eres libre de la cautiva posibilidad de ser feliz.

¿Estás vivo?



sábado, 31 de enero de 2015

CONFÍA. CONFÍO.




La confianza es algo confuso, pues aunque parece simple, resulta evasiva al intentar aferrarla. Piensa en la forma en que tu cuerpo yace en una superficie, algo nuevo y desconocido para ti. Tus músculos permanecen tensos, anticipando cualquier imprevisto; y en constante conciencia de la superficie, con el tiempo y la familiaridad, podrás relajarte. Para muchos, la tensión inicial se mantiene para siempre. Gastamos nuestra energía observando y calculando, tratando de predecir, leyendo las señales de la gente, listos para que cualquier mirada cambie, atentos a que un gesto falte, midiendo la fuerza de un abrazo, preparándonos para ser decepcionados. Tanta energía gastada... 

Hablamos de la confianza como algo que se construye, como si fuera una estructura, pero en esa estructura hay algo de dejarse llevar. Y lo que eso nos permite es un lujo, nos permite dejar de pensar, dejar de preocuparnos de si alguien nos va a dejar caer, dejar de buscar inconsistencias, dejar de pensar cómo la gente actúa cuando no estamos presentes, y esto nos permite relajar una parte de nuestra mente, para que podamos concentrarnos en lo que tenemos al frente. Y por eso es una tragedia cuando se rompe. Una traición puede hacer pensar en todas las traiciones que te esperan, en cosas que no has pensado de la gente en la que confías, y puedes sentir como aumenta la tensión, y en los peores casos, puedes decidir no confiar en nadie. Pero eso, realmente, no funciona. 

Confiar es tu relación con lo desconocido, con lo que no puedes controlar. No puedes controlar todo. Y necesitas saber que no todo está en tus manos, para poder confiar. Y no es todo o nada, es un práctica lenta de aprender sobre el mundo. Y vale la pena, elegir seguir estando. Y no es fácil. Imagino la confianza como esa mano invisible que alzamos al mundo buscando alguien a quien agarrar mientras caminamos hacia lo incierto. Todo tiene un comienzo y después, elegir si caminar la vida en confianza a ciegas -que no ceguera confiada-, dando tiempo; o bien sentarte y ver como viven y mueren, en vida, las personas, por el miedo a dejarse abrazar, con todo lo que eres, a pesar de todo lo que fuiste y a través de todo lo que serás. 

 ¿Confías? Confío.

domingo, 11 de enero de 2015

CHARLIE NO FUE LIBRE



"Libertad de expresión". Cada vez que acechan mi oído o saltan a mi vista estas palabras, me siento incapacitado, minusválido, para cruzar a ese lado de la acera. No soy capaz, por más que intente meter el pie, de calzar la horma de esa idea. Y creedme que me gustaría, porque sería más fácil, más lógico, más del mundo. ¿Más mundano, quizá?

No voy a hablar más de opinión o de ideas. Ellas cambian, se mueven, se vuelan, bailan, se compran, se venden, se camuflan, te seducen, te emborrachan, y hasta pueden imponerse. Por eso voy a hablar de la experiencia, porque, como decían los escolásticos, 'factum infectum fieri nequit', 'no se puede hacer que algo que ha sucedido no haya sucedido'. Lo que yo vivo o experimento, es un hecho, una evidencia, porque lo que me pasa cada día, es una certeza. 

Ellos son musulmanes, yo soy cristiano. En medio, la fe. No hablamos de algo que es un anexo a tu existencia, no hablamos de una opinión, un concepto, una postura. Hablamos de una experiencia vital, la propia vida, entera, porque la religión, la fe, si no tiene que ver con todo lo que vivo, si no es capaz de abrazar y dar sentido a todo lo que experimento, no sirve para nada. 

Desde aquí, entonces, no puedo hablar de libertad cuando emborrona el sentido de lo que da sentido a la vida de una persona. No es libertad si pisotea lo que te levanta cada mañana. No creo que sea libertad si vacía lo que llena de sentido a las circunstancias de tu vida. No confío en la libertad si juega con lo que te da la conciencia de que cada persona que se te cruza no es puro azar. No puede ser libertad si menosprecia lo que mantiene la esperanza frente a la muerte. 

Cuando retratas a Dios, retratas la vida de quien con Él vive en relación. Y decir que Dios es gilipollas, es decir que todo lo que sin comprenderlo llega a la vida, que gastar un verano o la vida entera en la misión por los demás, que vivir una enfermedad, que poner tu tiempo en escuchar a un joven inquieto porque no comprende su vida o junto a anciano que ya no puede más que aferrarte la mano, que un cáncer casi se lleve a tu padre, que salir al encuentro de la gente que vive en las periferias bajo nuestros balcones, que un Sí pueda poner en juego la vida entera y cumplirla, o que cada mañana se nos dé la vida y salga el Sol, es una gilipollez. Y esto, para mi, es pisar la libertad, es reducirla, es chantajearla, es entrar sin llamar, ocuparla, e intentar anestesiarla. 

Y ahora, entra en juego la reacción del que tenemos en frente, que, en este caso, desgraciadamente ha desembocado en este violento suceso. Personalmente mi rechazo es radical, frente a esta reacción acontecida en concreto, que, todo sea dicho, representa a una pequeña proporción de los musulmanes. Pero aquí estamos invocando al acto previo, al que estaba en manos de los dibujantes, y siento decir (y digo siento, no como se suele decir, sino para expresar que hablo de lo que vivo, y puedo imaginar que ellos también experimentan) que ese acto, yo no podría considerarlo de libertad de expresión. Porque si para que tú la tengas, yo no puedo tenerla, algo falla. 

Es delgada la linea que determina lo que es la libertad, y es la toma en consideración de las consecuencias, donde está el equilibrio de esta cuerda floja. ¡Y cuidado! No las consecuencias para mi, sino para el otro. Porque para los dibujantes de Charlie Hebdo, la consecuencia no considerada no fue la posibilidad de ser vilmente asesinado por un pequeño grupo de musulmanes radicales, sino la de herir la libertad de vivir de todo el pueblo islámico. A esta revista, solo le faltó una cosa, amar. Solo el amor, que te pone en la mirada del otro, que te permite saber lo que vive y lo que siente el que tienes en frente, te permite ser consciente, te regala ser libre. 


Y Charlie no fue libre, porque no sabía lo que hacía.

miércoles, 7 de enero de 2015

SIN CARBÓN NO HAY REYES MAGOS


Cada mañana tu despertador suena a las 7:30, haces muecas, y tus párpados alcanzan el clímax de apretarse fuertemente. Hoy, a las 7:05, tus ojos ya abiertos como platos. El olor a celo despierta su subconsciente, han llegado. Saltas de la cama, las zapatillas de casa no están, así que con un calcetín en un pie, y con el otro desnudo tras una noche de nervios, sales en carrera, evitando los pomos de las puertas a duras penas, para alcanzar el salón. No hay Sol, enciendes la luz, y el salón, brilla. Como si de la más coloreada vidriera se tratase, resplandeciendo bajo los pies del árbol, despertando el escalofrío en tu nuca, el celofán de los regalos de Reyes.

Hoy ni siquiera 'selfi' le quita el lugar, la palabra del día es otra, hoy el hashtag es claro: ilusión.
La ilusión es eso que cosquillea el estómago como el hambre, pero sin rugir, pues no exige, solo espera. La ilusión es el chisporroteo de la vengala de la esperanza. Pero la esperanza no viene de la nada. Como quien cruza un puente y parte de tierra, así mismo espera tierra al otro lado. Así, la esperanza, al plantarnos frente al regalo, parte de los universos que divide el celofán. Hacia fuera, lo visible, lo presente. Dentro, lo invisible, la espera aún envuelta. 

¿Pero y si fuera carbón? Necesitamos el carbón como posibilidad arriesgada que nos permite realmente plantarnos frente al regalo con cosquillas en el estómago. La posibilidad del carbón nos libera de la condena de creer tenerlo todo (hasta lo que aún no tengo), hacia la ilusión de esperarlo todo. Porque sin riesgo no hay ilusión, porque sin imprevisto no hay esperanza, porque sin carbón no hay reyes magos.

Entonces estás listo para abrir el regalo. Ya no importa si es el libro que querías, los calcetines que más bien le regalarías a tu padre, esa cartera que te recuerda que has crecido, la colonia de todas las últimas navidades de tu adolescencia, esa foto enmarca que te conmueve hasta las lágrimas, o un trocito de carbón con alguna que otra indirecta. Todo es regalo, todo es don. Tienes ilusión para abrir cualquier regalo, tienes esperanza para acogerlo todo en la vida.

Venga, anímate, corre, ¿abrimos los regalos? ¿abrimos la vida?

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