Pero la realidad, ¿de qué está hecha? De circunstancias, a través de las cuales se nos despierta, y que son el modo concreto para que no decaigamos, para que no sucumbamos a la nada, y nos sintamos preferidos.







jueves, 9 de julio de 2015

LA LIBERTAD DE OBEDECER



Con frecuencia nos enfrentamos en la vida a la palabra obediencia. Y con frecuencia en la vida asociamos negativamente esta palabra a un matiz de esclavitud. Y sin embargo, la mayor libertad de la vida se alcanza obedeciendo. ¿Qué es obedecer entonces?.

La obediencia no se trata de 'haz esto'. La obediencia nunca puede nacer de un dedo externo imperativo. Un estímulo de fuera la pone en juego, pero nace del corazón, de aquello que nos enciende, que en nuestro silencio nos sigue despertando, aquello que, en definitiva, nos permite decir, 'estoy hecho (o no) para esto'.

El corazón no se nos ha dado como obstáculo en la vida. Como algo que nos condena siempre a perdernos, a naufragar por los vaivenes que provoca, siempre en lucha con la razón. Al contrario. El corazón se nos ha dado como herramienta infalible que, puesta en tensión con la realidad, nos permita saber, de un modo razonable, quién soy y para qué estoy hecho en cada instante. Y la realidad con todas sus consecuencias y con todos sus matices. No podríamos, por ejemplo, abandonar un sentimiento como la tristeza a ser una triste casualidad ajena a nosotros, a la que no mirar de frente. El corazón está hecho para vivir y experimentar también la tristeza, con tal hondura, como para reconocer por qué estoy triste y esta tristeza a qué me lanza en mi vida, qué me dice, a qué lugar apunta, qué puerta abre, de qué esperanza se acompaña.

Obedecer, cuando se trata de alguien, es seguir a otro al que reconocemos más grande que nosotros, que vive mejor que nosotros ese 'algo' que nos apasiona en la vida, y que al seguirlo, consigue que nosotros acabemos siguiéndonos a nosotros mismos, llegando a ser más y mejor nuestro propio 'yo', cada uno. El resto, es polvo. Algo que no nazca de aquí permanecerá tanto como el dedo tirano tarde en esconderse de ti para dirigir a otro, mientras tú te vas a ser quien eras antes de quitarte el sombrero. Quien inspira obediencia debe ser alguien capaz de retar tu propia libertad, hasta el punto, de enfrentarte tú mismo a tu realidad y a lo que ella provoca de un modo decisivo en tu vida, con todas las consecuencias.

Pero volvemos al principio, con frecuencia, algunos nos confunden. Porque mandando, prohibiendo, cohartando, consiguen que no descubramos quienes somos, porque realmente, no nos quieren tal y como somos, porque tienen miedo del potencial de alguien libre frente a la vida, tienen miedo de una libertad más grande que la suya, tienen miedo de su libertad, tienen miedo de una pregunta ¿y tú quién eres, y para qué estás hecho en la vida?


"La novedad sustancial que trajo Jesús es que él abrió el camino hacia un mundo más humano y más libre. Él confía en nosotros y desea que realicemos todos nuestros sueños más nobles y elevados de auténtica felicidad, siempre haciéndonos participar de su ser “para todos”, haciendo que éste sea nuestro modo de ser." 
(Benedicto XVI, extractos del 8 de Octubre, 11 de Septiembre, 30 de Noviembre de 2005)

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Compartir