Pero la realidad, ¿de qué está hecha? De circunstancias, a través de las cuales se nos despierta, y que son el modo concreto para que no decaigamos, para que no sucumbamos a la nada, y nos sintamos preferidos.







sábado, 31 de enero de 2015

CONFÍA. CONFÍO.




La confianza es algo confuso, pues aunque parece simple, resulta evasiva al intentar aferrarla. Piensa en la forma en que tu cuerpo yace en una superficie, algo nuevo y desconocido para ti. Tus músculos permanecen tensos, anticipando cualquier imprevisto; y en constante conciencia de la superficie, con el tiempo y la familiaridad, podrás relajarte. Para muchos, la tensión inicial se mantiene para siempre. Gastamos nuestra energía observando y calculando, tratando de predecir, leyendo las señales de la gente, listos para que cualquier mirada cambie, atentos a que un gesto falte, midiendo la fuerza de un abrazo, preparándonos para ser decepcionados. Tanta energía gastada... 

Hablamos de la confianza como algo que se construye, como si fuera una estructura, pero en esa estructura hay algo de dejarse llevar. Y lo que eso nos permite es un lujo, nos permite dejar de pensar, dejar de preocuparnos de si alguien nos va a dejar caer, dejar de buscar inconsistencias, dejar de pensar cómo la gente actúa cuando no estamos presentes, y esto nos permite relajar una parte de nuestra mente, para que podamos concentrarnos en lo que tenemos al frente. Y por eso es una tragedia cuando se rompe. Una traición puede hacer pensar en todas las traiciones que te esperan, en cosas que no has pensado de la gente en la que confías, y puedes sentir como aumenta la tensión, y en los peores casos, puedes decidir no confiar en nadie. Pero eso, realmente, no funciona. 

Confiar es tu relación con lo desconocido, con lo que no puedes controlar. No puedes controlar todo. Y necesitas saber que no todo está en tus manos, para poder confiar. Y no es todo o nada, es un práctica lenta de aprender sobre el mundo. Y vale la pena, elegir seguir estando. Y no es fácil. Imagino la confianza como esa mano invisible que alzamos al mundo buscando alguien a quien agarrar mientras caminamos hacia lo incierto. Todo tiene un comienzo y después, elegir si caminar la vida en confianza a ciegas -que no ceguera confiada-, dando tiempo; o bien sentarte y ver como viven y mueren, en vida, las personas, por el miedo a dejarse abrazar, con todo lo que eres, a pesar de todo lo que fuiste y a través de todo lo que serás. 

 ¿Confías? Confío.

domingo, 11 de enero de 2015

CHARLIE NO FUE LIBRE



"Libertad de expresión". Cada vez que acechan mi oído o saltan a mi vista estas palabras, me siento incapacitado, minusválido, para cruzar a ese lado de la acera. No soy capaz, por más que intente meter el pie, de calzar la horma de esa idea. Y creedme que me gustaría, porque sería más fácil, más lógico, más del mundo. ¿Más mundano, quizá?

No voy a hablar más de opinión o de ideas. Ellas cambian, se mueven, se vuelan, bailan, se compran, se venden, se camuflan, te seducen, te emborrachan, y hasta pueden imponerse. Por eso voy a hablar de la experiencia, porque, como decían los escolásticos, 'factum infectum fieri nequit', 'no se puede hacer que algo que ha sucedido no haya sucedido'. Lo que yo vivo o experimento, es un hecho, una evidencia, porque lo que me pasa cada día, es una certeza. 

Ellos son musulmanes, yo soy cristiano. En medio, la fe. No hablamos de algo que es un anexo a tu existencia, no hablamos de una opinión, un concepto, una postura. Hablamos de una experiencia vital, la propia vida, entera, porque la religión, la fe, si no tiene que ver con todo lo que vivo, si no es capaz de abrazar y dar sentido a todo lo que experimento, no sirve para nada. 

Desde aquí, entonces, no puedo hablar de libertad cuando emborrona el sentido de lo que da sentido a la vida de una persona. No es libertad si pisotea lo que te levanta cada mañana. No creo que sea libertad si vacía lo que llena de sentido a las circunstancias de tu vida. No confío en la libertad si juega con lo que te da la conciencia de que cada persona que se te cruza no es puro azar. No puede ser libertad si menosprecia lo que mantiene la esperanza frente a la muerte. 

Cuando retratas a Dios, retratas la vida de quien con Él vive en relación. Y decir que Dios es gilipollas, es decir que todo lo que sin comprenderlo llega a la vida, que gastar un verano o la vida entera en la misión por los demás, que vivir una enfermedad, que poner tu tiempo en escuchar a un joven inquieto porque no comprende su vida o junto a anciano que ya no puede más que aferrarte la mano, que un cáncer casi se lleve a tu padre, que salir al encuentro de la gente que vive en las periferias bajo nuestros balcones, que un Sí pueda poner en juego la vida entera y cumplirla, o que cada mañana se nos dé la vida y salga el Sol, es una gilipollez. Y esto, para mi, es pisar la libertad, es reducirla, es chantajearla, es entrar sin llamar, ocuparla, e intentar anestesiarla. 

Y ahora, entra en juego la reacción del que tenemos en frente, que, en este caso, desgraciadamente ha desembocado en este violento suceso. Personalmente mi rechazo es radical, frente a esta reacción acontecida en concreto, que, todo sea dicho, representa a una pequeña proporción de los musulmanes. Pero aquí estamos invocando al acto previo, al que estaba en manos de los dibujantes, y siento decir (y digo siento, no como se suele decir, sino para expresar que hablo de lo que vivo, y puedo imaginar que ellos también experimentan) que ese acto, yo no podría considerarlo de libertad de expresión. Porque si para que tú la tengas, yo no puedo tenerla, algo falla. 

Es delgada la linea que determina lo que es la libertad, y es la toma en consideración de las consecuencias, donde está el equilibrio de esta cuerda floja. ¡Y cuidado! No las consecuencias para mi, sino para el otro. Porque para los dibujantes de Charlie Hebdo, la consecuencia no considerada no fue la posibilidad de ser vilmente asesinado por un pequeño grupo de musulmanes radicales, sino la de herir la libertad de vivir de todo el pueblo islámico. A esta revista, solo le faltó una cosa, amar. Solo el amor, que te pone en la mirada del otro, que te permite saber lo que vive y lo que siente el que tienes en frente, te permite ser consciente, te regala ser libre. 


Y Charlie no fue libre, porque no sabía lo que hacía.

miércoles, 7 de enero de 2015

SIN CARBÓN NO HAY REYES MAGOS


Cada mañana tu despertador suena a las 7:30, haces muecas, y tus párpados alcanzan el clímax de apretarse fuertemente. Hoy, a las 7:05, tus ojos ya abiertos como platos. El olor a celo despierta su subconsciente, han llegado. Saltas de la cama, las zapatillas de casa no están, así que con un calcetín en un pie, y con el otro desnudo tras una noche de nervios, sales en carrera, evitando los pomos de las puertas a duras penas, para alcanzar el salón. No hay Sol, enciendes la luz, y el salón, brilla. Como si de la más coloreada vidriera se tratase, resplandeciendo bajo los pies del árbol, despertando el escalofrío en tu nuca, el celofán de los regalos de Reyes.

Hoy ni siquiera 'selfi' le quita el lugar, la palabra del día es otra, hoy el hashtag es claro: ilusión.
La ilusión es eso que cosquillea el estómago como el hambre, pero sin rugir, pues no exige, solo espera. La ilusión es el chisporroteo de la vengala de la esperanza. Pero la esperanza no viene de la nada. Como quien cruza un puente y parte de tierra, así mismo espera tierra al otro lado. Así, la esperanza, al plantarnos frente al regalo, parte de los universos que divide el celofán. Hacia fuera, lo visible, lo presente. Dentro, lo invisible, la espera aún envuelta. 

¿Pero y si fuera carbón? Necesitamos el carbón como posibilidad arriesgada que nos permite realmente plantarnos frente al regalo con cosquillas en el estómago. La posibilidad del carbón nos libera de la condena de creer tenerlo todo (hasta lo que aún no tengo), hacia la ilusión de esperarlo todo. Porque sin riesgo no hay ilusión, porque sin imprevisto no hay esperanza, porque sin carbón no hay reyes magos.

Entonces estás listo para abrir el regalo. Ya no importa si es el libro que querías, los calcetines que más bien le regalarías a tu padre, esa cartera que te recuerda que has crecido, la colonia de todas las últimas navidades de tu adolescencia, esa foto enmarca que te conmueve hasta las lágrimas, o un trocito de carbón con alguna que otra indirecta. Todo es regalo, todo es don. Tienes ilusión para abrir cualquier regalo, tienes esperanza para acogerlo todo en la vida.

Venga, anímate, corre, ¿abrimos los regalos? ¿abrimos la vida?

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