Cada mañana tu despertador suena a las 7:30, haces muecas, y tus párpados alcanzan el clímax de apretarse fuertemente. Hoy, a las 7:05, tus ojos ya abiertos como platos. El olor a celo despierta su subconsciente, han llegado. Saltas de la cama, las zapatillas de casa no están, así que con un calcetín en un pie, y con el otro desnudo tras una noche de nervios, sales en carrera, evitando los pomos de las puertas a duras penas, para alcanzar el salón. No hay Sol, enciendes la luz, y el salón, brilla. Como si de la más coloreada vidriera se tratase, resplandeciendo bajo los pies del árbol, despertando el escalofrío en tu nuca, el celofán de los regalos de Reyes.
Hoy ni siquiera 'selfi' le quita el lugar, la palabra del día es otra, hoy el hashtag es claro: ilusión.
La ilusión es eso que cosquillea el estómago como el hambre, pero sin rugir, pues no exige, solo espera. La ilusión es el chisporroteo de la vengala de la esperanza. Pero la esperanza no viene de la nada. Como quien cruza un puente y parte de tierra, así mismo espera tierra al otro lado. Así, la esperanza, al plantarnos frente al regalo, parte de los universos que divide el celofán. Hacia fuera, lo visible, lo presente. Dentro, lo invisible, la espera aún envuelta.
¿Pero y si fuera carbón? Necesitamos el carbón como posibilidad arriesgada que nos permite realmente plantarnos frente al regalo con cosquillas en el estómago. La posibilidad del carbón nos libera de la condena de creer tenerlo todo (hasta lo que aún no tengo), hacia la ilusión de esperarlo todo. Porque sin riesgo no hay ilusión, porque sin imprevisto no hay esperanza, porque sin carbón no hay reyes magos.
Entonces estás listo para abrir el regalo. Ya no importa si es el libro que querías, los calcetines que más bien le regalarías a tu padre, esa cartera que te recuerda que has crecido, la colonia de todas las últimas navidades de tu adolescencia, esa foto enmarca que te conmueve hasta las lágrimas, o un trocito de carbón con alguna que otra indirecta. Todo es regalo, todo es don. Tienes ilusión para abrir cualquier regalo, tienes esperanza para acogerlo todo en la vida.
Entonces estás listo para abrir el regalo. Ya no importa si es el libro que querías, los calcetines que más bien le regalarías a tu padre, esa cartera que te recuerda que has crecido, la colonia de todas las últimas navidades de tu adolescencia, esa foto enmarca que te conmueve hasta las lágrimas, o un trocito de carbón con alguna que otra indirecta. Todo es regalo, todo es don. Tienes ilusión para abrir cualquier regalo, tienes esperanza para acogerlo todo en la vida.
Venga, anímate, corre, ¿abrimos los regalos? ¿abrimos la vida?
Preciosa entrada, Antonio! Me gusta mucho cómo escribes :) ¡Te seguiré leyendo!
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